domingo, 28 de febrero de 2010

DESENLOQUECIENDOME


 


No recuerdo el momento exacto en el que llegué. Quien sabe el tiempo que llevo en este lugar. Simplemente hoy desperté, y acá estoy tomando conciencia de mi situación.

Aunque estoy sentado en el suelo, estoy cómodo. No puede ser de otra manera, las paredes y piso acolchados tienen esa ventaja. Supongo que así se debe ver un almohadón por dentro.

Y a pesar de eso, teniendo en cuenta la serie de eventos sucedidos, no me sorprende estar aquí internado.

Todo comenzó con un bicho. Ese día estaba en el trabajo, frente a la computadora, sumergido en una montaña de papeles, y ensimismado en mi tarea. Cuando de repente vi que un bicho se dirigía por la pared en mi dirección. En realidad, no estoy seguro de que fuera un bicho, ya que apenas fue un vistazo y desapareció. Era algo negro, de unos cinco centímetros de largo, y muy veloz. ¿Pero que más podía ser?
Me puse de pie y rápidamente trate de encontrarlo. Me tire al suelo para ver si estaba debajo del archivador o del escritorio. Busqué por toda la oficina, y no aparecía. Mis compañeros miraban curiosos, y yo que trataba de explicarles. “Hay un bicho”, les decía, pero del bicho ni rastro. No le di importancia al caso. “Se habrá ido”, pensé.

Pero al día siguiente lo vi nuevamente. En la misma pared, en la misma dirección, con la misma velocidad que no me permitió observarlo para determinar que era. Sobresaltado me puse de pie, y otra vez comencé la frenética búsqueda. Moví mi silla, la papelera, el escritorio, la mesita de la fotocopiadora. En mi mano derecha esgrimía uno de mis zapatos, esperando encontrar la presa. Me di cuenta que todos me miraban con una risa socarrona. No tuve otra opción que tomar asiento nuevamente, y tratar de olvidar el tema.

Como pueden imaginarse, las bromas no se hicieron esperar. Cuando llegué el tercer día encontré todo tipo de bichos de goma en mi escritorio. No los puedo culpar, yo hubiera hecho lo mismo. Me convertí en el chiste del momento, y eso no hubiera sido problema, si no fuera que otra vez se apareció el bicho. Y yo, que no quería darle pasto a las fieras, disimulé como si nada hubiera pasado, pero estuve toda la jornada inquieto, mirando de soslayo toda la habitación.

Al cuarto día lo mismo, con la diferencia que fueron dos bichos los que vi pasar. El quinto día llegue antes para que nadie me viera, y rocié insecticida por toda la oficina. De nada sirvió. Fueron varios los avistamientos de bichos. En la mañana, en la tarde, por las paredes, por el techo, por el piso. Estaba hecho un manojo de nervios, que no podía pensar en otra cosa que en toda esa plaga.

El fin de semana llegó. Estaba en mi cama mirando el techo, pensando en las ventajas y desventajas de la soltería y la independencia paternal, cuando sucedió nuevamente. Bichos, bichos, y más bichos. Por el baño, en la cocina, por el cuarto, por toda la casa. Desesperado empecé a tirar insecticida por todos lados, y mover todos los muebles de su lugar. Tapé la chimenea y encendí la estufa, para espantarlos con el humo, pero todo era insuficiente, así que incendié la casa.

Llegó el lunes y apenas si había dormido. Pero en mis manos tenía la solución: dos bidones de nafta. Incendié la oficina donde trabajo. Bueno…, donde trabajaba.

Ahora estoy acá para que me curen. No me tocó una locura linda. Hay locos que inventan rayos que destruyen el mundo, o acechan héroes vistiendo de verde con un signo de interrogación gigante. Esos la pasan bien.
Hay otros que se creen Napoleón, Cleopatra, Rody Silva, el rey Arturo, o Robin Hood. Esos viven felices dentro de su fantasía.
A mi me tocó una locura fea, que consiste en padecer los temores que me producen mis alucinaciones… pero… ¡un momento! Tengo alucinaciones, es decir, que veo cosas que no son la realidad. ¡Por eso yo era el único que veía los bichos! Lo entiendo todo… y dicho sea de paso… ahora tampoco veo bichos. ¡Estoy curado!

El enfermero entra a la habitación, y trato de explicarle. “Oiga, ya entendí todo. Lo que veía no era real, pero ya estoy bien…”. Pero no me hizo caso, y me inyecto un calmante o algo que me puso a dormir. Y claro… ¿Quién va a prestar atención a un loco?

No recuerdo el momento exacto en el que llegué. Quien sabe el tiempo que llevo en este lugar. Simplemente hoy desperté, y acá estoy tomando conciencia de mi situación…


El_Hincha


Dejate un comentario, ¡loquito!

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Jajaja. Muy bueno.
Al leerlo uno se da cuenta de que en realidad no esta tan loco. Es bueno saberlo :D

david santos dijo...

Gran trabajo amigo! La realidad es que es muy bueno. gracias por hacerlo.
abrazote.

Dko dijo...

Jajaa me lei los ultimos dos post y me cague de risa... muy bueno! y arriba esa marindia inspiradora! jajaja Abrazo!